Hay otra forma de vivir.
Lo hemos comprobado conviviendo en una comunidad en el valle de Bunovo, Bulgaria, con otros 30 jóvenes de Grecia, República Checa, Serbia, Bulgaria y Rumanía. Hemos pasado 9 días
sin conexión a internet, móviles ni redes sociales, conectados únicamente por la naturaleza y las millones de estrellas que nos acompañaban por la noche.
Hemos construido baños, duchas solares, un contenedor para generar compost, columpios y jardines, todo con recursos que nos ofrece la naturaleza. Hemos hablado de los problemas
actuales del cambio climático debido a la sociedad consumista en la que vivimos, pero también hemos compartido diferentes proyectos y miles de ideas para vivir de forma más sostenible y
respetuosa con el medio ambiente. Porque nos hemos dado cuenta de que hay otra forma de vivir. Pero si hemos aprendido algo, ha sido a escuchar al de al lado, a enseñar nuestra cultura y
aprender de las otras, a parar un poco y escucharnos a nosotros mismos, a mostrar nuestros sentimientos y emociones. A vivir en comunidad, a compartir.
Nos llevamos las charlas y danzas hasta las tantas alrededor del fuego, los abrazos grupales, los buenos días con una sonrisa, los energizers a cualquier hora del día, el maravilloso equipo de
voluntarios cocinando una comida vegana exquisita, los gritos debajo de una cascada de agua congelada, las clases de yoga cuando todavía el sol no había salido, las cadenas de masajes o el
chocolate a escondidas de tu secret friend.
Y sí, hemos comprobado que hay otra forma de vivir.
Beatriz, Carmen, David, Jorge, Judith y Paula